Abstract
El trasplante renal es el tratamiento renal sustitutivo óptimo para pacientes con enfermedad renal terminal, ofreciendo mayores ventajas en cuanto a supervivencia, calidad de vida y rentabilidad que la diálisis(1). La detección e intervención tempranas son esenciales si se desea preservar la función del injerto y garantizar la supervivencia del paciente a largo plazo. Para esto los biomarcadores son una herramienta indispensable, se trata de características medible y objetivas que sirven como indicadores de procesos biológicos, ya sean normales, patológicos, o de respuestas a intervenciones terapéuticas, permitiendo diagnosticar enfermedades, evaluar su gravedad, predecir su evolución y monitorear la efectividad de los tratamientos, posibilitando una atención médica más precisa y personalizada
